Foto Jumento
Pequena flor de uma calçada de Lisboa
Imagens dos visitantes d'O Jumento
Bicicleta [A. Cabral]
Já tivemos uma secretária de Estado da Defesa, da senhora dizia-se que a competência advinha de ser neta de um general, agora temos A Berta que aparenta ser mesmo uma mulher de armas, pela forma como disparou sobre Pedro Passos Coelho na campanha eleitoral para as eleições regionais dir-se-ia que a senhora é mesmo um canhão!.
Uma dúvida de futebolês?
O "Professor" Jesualdo Ferreira é "Professor" de que cátedra?
Este governo não remodela
Faz enxertos.
Pergunta a Seguro
De que está o governo à espera para exigir a demissão de Gaspar? Compreende-se que seja incómodo depois de o líder do grupo parlamentar do PS ter chegado a dizer que a pasta das Finanças estava muito bem entregue, mas a verdade o país não aguenta com um ministro que não acerta uma e que em vez de política económica pratica uma ideologia duvidosa.
Gente miserável
Agora que se sabe que a austeridade brutal tinha como premissas teóricas um estudo com erros e manipulações e foi um desastre até o Durão Barroso, o mesmo que há poucas semanas fazia ameaças e atribuia culpas é um defensor de menos austeridade.
La depresión del Excel
«¿Puede un error en una hoja de cálculo haber destruido casi por completo la economía de Occidente?
En esta era de la información, los errores matemáticos pueden llevar al desastre. La Mars Orbiter de la NASA se estrelló porque los ingenieros olvidaron hacer la conversión a unidades del sistema métrico; el plan de la ballena de Londres de JPMorgan Chase salió mal en parte porque quienes hicieron los modelos dividieron por una suma en lugar de por una media. De modo que, ¿fue un error de codificación de Excel lo que destruyó las economías del mundo occidental? Esta es la historia hasta la fecha: a principios de 2010, dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, divulgaron un artículo, Growth in a time of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento), que pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda pública. Una vez que la deuda supera el 90% del producto interior bruto, afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.
Reinhart y Rogoff tenían credibilidad gracias a un libro anterior admirado por todo el mundo sobre la historia de las crisis financieras, y el momento escogido era perfecto. El artículo se publicó justo después de que Grecia entrase en crisis y apelaba directamente al deseo de muchos funcionarios de virar del estímulo a la austeridad. En consecuencia, el artículo se hizo famoso inmediatamente; seguramente era, y es, el análisis económico más influyente de los últimos años.
El hecho es que Reinhart y Rogoff alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los autoproclamados guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el punto de inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un hecho incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The Washington Post de principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.
Porque lo cierto es que el texto de Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el principio y la controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el artículo, muchos economistas señalaron que una correlación negativa entre la deuda y el comportamiento económico no significaba necesariamente que la deuda elevada fuese la causa de un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo contrario, y que el mal comportamiento económico condujese a una deuda elevada. De hecho, este es evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente después de que su crecimiento se hundiese a principio de los noventa.
Con el tiempo, surgió otro problema: otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento aparentemente comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de Reinhart y Rogoff. Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de inflexión en el 90% ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).
Finalmente, Reinhart y Rogoff permitieron que unos investigadores de la Universidad de Massachusetts analizasen la hoja de cálculo original; y el misterio de los resultados irreproducibles se resolvió. En primer lugar, habían omitido algunos datos; en segundo lugar, emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy cuestionables; y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel. Si corregimos estos errores y rarezas, obtenemos lo que otros investigadores han descubierto: cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que indique cuál de ellos causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.
En respuesta a esto, Reinhart y Rogoff han admitido el error de codificación, han defendido sus demás decisiones y han afirmado que nunca aseguraron que la deuda provoque necesariamente un crecimiento más lento. Esto es un tanto insincero porque repetidamente dieron a entender esa idea aunque evitasen formularla expresamente. Pero, en cualquier caso, lo que realmente importa no es lo que quisieron decir, sino el modo en que se ha interpretado su trabajo: los entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y platillo que ese supuesto punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un motivo para recortar drásticamente el gasto público incluso con un paro elevadísimo.
Por eso debemos situar el fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los programas sociales.
Lo que pone de manifiesto el asunto de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido la austeridad con pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la austeridad se nos ha presentado no como una opción sino como una necesidad. Las investigaciones económicas, insisten los defensores de la austeridad, han demostrado que suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del PIB. Pero las investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de economistas hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de acuerdo. Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el camino de la austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.
¿Servirá de algo que se haya hecho caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí. Pero preveo que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro análisis económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará nunca.» [El Pais]
Paul Krugman.
«Cada povo é um caso. A nós dá-nos para sonhar com o Presidente a ir embora. Já os italianos pedem ao seu, com 87 anos, para ficar mais sete. Giorgio Napolitano bem implorou a reforma e, ele, político respeitado, bem a merecia. Mas o país, há dois meses sem Governo, via-se com outro impasse: os partidos também não encontravam hóspede para o Quirinal. Em Itália, o presidente é votado pelo Parlamento (Senado e Câmara de Deputados). Os deputados e senadores escrevem um nome num papel e este é pronunciado alto e contabilizado. Em 1992, alguém escreveu "Sophia Loren". É comum aparecerem candidatos bizarros ou só para espicaçar: na semana passada, Veronica Lario, ex-mulher de Berlusconi, teve um voto. Incómodo, porque do ex-marido ninguém se lembrou. Mas o grande momento foi quando foi lido o voto onde estava escrito "Raffaello Mascetti" e o Parlamento deu uma gargalhada: era como se alguém por cá quisesse em Belém o "Leão da Estrela" do António Silva. Mascetti, interpretado pelo Ugo Tognazzi, é personagem do Amici Miei (Oh! Amigos Meus), um dos grandes filmes da comédia italiana (1975). Mascetti introduziu na língua italiana o neologismo "supercazzola", que é um falar sem dizer nada. Mascetti só teve um voto e, na votação seguinte, Napolitano aceitou candidatar-se e ganhou. Ainda bem. Já por cá, mesmo só em memória, António Silva seria melhor presidente do que qualquer outro Silva. Cada povo é um caso.» [DN]
Ferreira Fernandes.
«O governo dedicou a semana passada à “procura de consenso”, conceito vago com o qual, ao que diz, pretende chamar o maior partido da oposição e “os parceiros sociais” para darem o seu assentimento às drásticas medidas a anunciar até ao final de Maio. De um momento para o outro, o primeiro- -ministro convidou o líder do maior partido da oposição para uma reunião, o que não é hábito. António José Seguro, no entanto, saiu do encontro como entrou, afirmando que não lhe tinha sido dito “nada de novo”. A meio da semana, numa conferência de imprensa, os ministros presentes, com destaque para Poiares Maduro, a nova aquisição governativa, desfizeram-se em múltiplas declarações sobre a disponibilidade de um “consenso” com a oposição. Finalmente, no debate quinzenal, no parlamento, na sexta-feira, Passos Coelho anunciou um conselho de ministros para aprovar “uma estratégia de crescimento e de fomento industrial”, prometendo que “posteriormente vai ser discutida com os partidos políticos e com os parceiros sociais.” Sabendo quanto a palavra crescimento está arredada do dicionário do governo, podemos concluir que há aqui reconhecimento de más opções, se não for uma mera encenação.
A necessidade de envolver, agora, o PS nas duras medidas que aí vêm explica-se com os resultados destes dois anos. Para trás, está o insucesso das políticas do todo-poderoso ministro das Finanças, cobertas pelo primeiro-ministro, desde a tomada de posse. A sua política de “austeridade custe o custar”, “ir para além da troika” e “nem mais tempo, nem mais dinheiro” levou a maioria dos portugueses a um empobrecimento geral, dramático em muitos casos, em troca de nada. Não foram obtidos resultados positivos. Nenhuma meta foi atingida pela estratégia de Vítor Gaspar. Nem a menina dos olhos: o défice orçamental. É preciso lembrar, para termos a noção do fracasso, que estava inicialmente previsto, no memorando com a troika, assinado em 2011, alcançarmos no final deste ano um défice de 3%. O ano passado foi de 6,4% e este ano, pelo andar da carruagem, não ficará muito longe deste valor. Em consequência, o que está para a frente parece ainda pior. Tudo se conjuga para o aumento das dificuldades: a execução do orçamento de “guerra” deste ano, para responder ao insucesso do ano passado, não augura nada de bom; o acordo com a troika de cortar 4 milhões de euros nas despesas do Estado, nas áreas da Saúde, Educação e Segurança Social; o despedimento de milhares de funcionários públicos e os cortes que substituam a inconstitucionalidade das normas do orçamento. A fuga para o “consenso”, agora ensaiada, surge como a única tábua de salvação para um governo sem credibilidade, nem “força anímica” para resolver os problemas de Portugal e dos portugueses.
Nesta altura, quase a completar dois anos de governo, só o desespero político e o instinto de sobrevivência levam Passos Coelho a procurar um “consenso” com o PS, quando durante todo este tempo ainda não conseguiu obter um consenso com Paulo Portas, seu parceiro de coligação. Nem Vítor Gaspar, nem Passos Coelho se disponibilizariam para obter “consensos”, dispondo de maioria absoluta no parlamento, se não estivessem com a corda ao pescoço. Um dos exemplos mais recentes que ilustram a cosmética destes “pedidos de namoro” do governo foi o que se passou com a encenação à volta do “debate da reforma do Estado”: à socapa, o governo combinou com a troika um corte nas despesas do Estado e procurou, sem êxito, envolver os socialistas na manigância. Agora, a pergunta é: o que é que o governo acertou já com a troika, nos últimos dias, às escondidas, para precisar assim tanto do “amparo” do PS e dos parceiros sociais? Coisa boa não deve ser.» [i]
Tomás Vasques.